Hoy, en Maná del Lunes, presentamos: EL PROBLEMA DE ESPERAR EN UN MUNDO «ASAP», una reflexión de Robert J. Tamasy.
Todo el mundo parece tener prisa. Ha sido así durante mucho tiempo. Puede que haya empezado con la Revolución Industrial, cuando gran parte del mundo empezó a dejar de ser una sociedad agraria. Cuando se cultivan cosechas, los agricultores saben que no se puede apresurar el proceso. Pero cuando se fabrican productos, como coches, ropa o componentes electrónicos, el ritmo de vida y de trabajo se acelera significativamente.
Obviamente, la tecnología ha tenido el efecto añadido de hacer que la vida parezca instantánea. Recibimos correos electrónicos, mensajes y publicaciones en las redes sociales con la misma rapidez que nos da un hipo. Incluso si nos quedamos en casa, podemos tener una reunión cara a cara en línea con jefes y empleados utilizando diversas herramientas de conferencia.
Así pues, nos encontramos viviendo en un mundo ASAP, que son las siglas en inglés de As Soon As Possible, algo que traduce al español: «Tan pronto como sea posible», una idea que implica que las necesidades y las demandas de alguien sean respondidas de inmediato. El problema es que, en la vida real, no todos los desafíos se pueden resolver «Tan pronto como sea posible». Un cliente puede demorar la toma de una decisión importante. El ascenso largamente esperado puede tardar en llegar. Una enfermedad grave puede requerir una recuperación más larga de lo esperado. Muchas veces, «Tan pronto como sea posible» puede llevar mucho tiempo.
Esto puede ser especialmente cierto para quienes se esfuerzan por integrar la fe en todo lo que realizan, incluido el trabajo profesional. Al tener circunstancias que escapan a nuestro control y sin otra opción que confiar en que Dios nos brinde sabiduría y dirección, podemos aprender el significado de una palabra clave: ESPERAR.
Para las personas orientadas a la acción, su lema puede ser: «No te quedes ahí parado, ¡haz algo!». Pero al leer pasajes como el Salmo 37, descubrimos que ese no siempre es el plan de Dios. El salmo comienza con algunas cosas importantes qué hacer:
«Confía en el Señor y haz el bien; entonces vivirás seguro en la tierra y prosperarás. Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón. Entrega al Señor todo lo que haces; confía en él, y él te ayudará» [Salmos 37:3-5 NTV]. Hasta ahí suena bien, ¿verdad? No parece tan complicado. Pero el pasaje continúa con palabras que nos invitan a pisar el freno: «Quédate quieto en la presencia del Señor, y espera con paciencia a que él actúe…» [Salmos 37:7 NTV]. Por si eso fuera poco, el versículo 34 del mismo salmo nos dice: «Tú espera en el Señor, y sigue su camino…» [RVC]. Muchas veces, esto no es lo que queremos oír. Recuerdo numerosas ocasiones durante mi carrera en las que oré buscando la guía de Dios sobre una variedad de preocupaciones. Pero a menudo Su respuesta fue: «Espera». Para hacerlo posible, encontré estos principios que me resultaron útiles:
- Enfocarme en Dios. A veces, el propósito del Señor al hacernos esperar es reforzar la verdad de que Él es soberano: Él está en control, y nosotros no, y podemos confiar en Él. «¡Alto! ¡Reconozcan que yo soy Dios! ¡Las naciones me exaltan! ¡La tierra me enaltece!» [Salmos 46:10 RVC].
- Obtener el descanso necesario. A veces, ya sea que estemos recuperándonos de una enfermedad o tambaleándonos por un revés profesional, necesitamos tiempo para reagruparnos, para ser restaurados: «…los que confían en el Señor encontrarán nuevas fuerzas; volarán alto, como con alas de águila. Correrán y no se cansarán; caminarán y no desmayarán» [Isaías 40:31 NTV].
- Esperar pacientemente el resultado. Cuando confiamos en que estamos haciendo lo que Dios nos ha llamado a hacer, podemos confiarle los resultados, sin importar cuánto tiempo tarde en hacerse realidad: «Por lo tanto… manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano» [1 Corintios 15:58 NTV].